La Fundación Despertando al Atlas expone cómo ciertos sectores utilizan la protesta y a referentes culturales como herramientas de manipulación política, desvirtuando reclamos genuinos en favor de intereses partidarios.
Desde la Fundación Despertando al Atlas observamos con preocupación, y entendemos necesario denunciar, la reiterada utilización de movimientos sociales y referentes culturales como herramientas de desestabilización política. En los últimos tiempos, hemos sido testigos de cómo ciertos sectores de la oposición han convertido cualquier reclamo ciudadano en un instrumento de presión contra el gobierno, desvirtuando su naturaleza genuina y respondiendo a intereses políticos y económicos específicos.
Un claro ejemplo de esta estrategia, luego de que se intentara usar infructuosamente el reclamo de los movimientos sociales de desocupados (desenmascarado que fueran los intermediarios que lucraban con ellos) o la legítima demanda de los jubilados que tampoco permeó en la opinión pública, fue la movilización estudiantil en el ámbito universitario. Como se señala en nuestro análisis sobre "La Universidad como Nuevo Frente de Desestabilización", la lucha por la educación ha sido distorsionada para defender privilegios y no el derecho real de los estudiantes.
De manera complementaria, el uso de referentes culturales como herramientas de influencia en la opinión pública también ha sido una constante. En "Martín Fierro y Populismo: Control de la Expresión Popular", exponemos cómo el populismo ha financiado y promovido figuras artísticas para consolidar su hegemonía ideológica, utilizando el arte y la cultura como vía de adoctrinamiento emocional, desplazando el análisis crítico.
Este modus operandi quedó en evidencia nuevamente con la reciente Marcha Federal LGBT+ Antifascista, donde la política se montó en un reclamo de un sector con poder de movilización para intentar socavar al gobierno, recurriendo a referentes mediáticos como estrategia de cooptación de la opinión pública a través del carisma y la influencia popular. En este sentido, cantantes, actores, periodistas y otras figuras públicas se dejan usar por la política, algunos desde la buena fe, pero otros simplemente para mantener sus negocios y beneficios con el poder.
Un punto que no puede pasarse por alto en las consignas de estas manifestaciones es la autopercepción revolucionaria de ciertos sectores de la izquierda, que asumen una posición de lucha contra una supuesta dictadura sin reconocer que muchas de sus estrategias y discursos replican patrones autoritarios. Esta narrativa victimista y de resistencia perpetua no solo distorsiona la realidad política del país, sino que también busca consolidar privilegios bajo el disfraz de una lucha social. La romantización de la protesta como un fin en sí mismo impide el análisis crítico y la búsqueda de soluciones reales a los problemas estructurales.
Desde nuestra Fundación alertamos sobre la necesidad de separar los reclamos sociales genuinos de los intereses partidarios que buscan manipularlos. Es fundamental que la ciudadanía ejerza un pensamiento crítico, distinguiendo entre la defensa de derechos y el uso político de la protesta para desestabilizar gobiernos y mantener privilegios sectoriales. La lucha por una sociedad más justa y equitativa no debe ser monopolizada por quienes utilizan la protesta como un arma política.
Reivindicamos el derecho a la expresión y la manifestación, pero instamos a un análisis profundo sobre cómo ciertos actores políticos y culturales buscan influir en la opinión pública con fines que poco tienen que ver con el bienestar común.